De la escritura a mano a la robotización

Cuando el hombre dio sus primeros pasos en la escritura a mano, ahí, se podría decir, comenzó la conservación del conocimiento hacia tiempos futuros. Con el tiempo, las bibliotecas nacieron con el objetivo de conservar tablillas de arcilla; pergaminos posteriores, utilizados para escribir pensamientos, ideas, hechos históricos. Ya en la Edad Media los monasterios conservaban y cuidaban la cultura escrita.

Cuando llegó la imprenta (1440) los espacios físicos para contener el material escrito, y ahora el material impreso, donde los estudiosos buscaban información, aumentaron en amplitud y cantidad.

En el siglo XVIII aparecieron las enciclopedias que resumían la información de los campos del saber humano por materias, organizadas alfabéticamente, generalmente ilustradas con imágenes y gráficos. Una de las más famosas ha sido «L’Encyclopédie», que se publicó entre 1751 y 1772, pero surgieron otras como Britannica, Larousse, Espasa, etc.

No podemos negar quiénes somos desde los tiempos de las enciclopedias, que fueron un importante servicio a la cultura contemporánea. Se encontraron respuestas para la mayoría de los campos del conocimiento. Aunque –es bueno aclarar– tenían una “historia” detrás, una nueva forma de interpretar por parte de los “amantes del saber”, el mundo de aquellos momentos.

Con el avance de la tecnología aparecieron las enciclopedias virtuales, inicialmente almacenadas en CDs, pasando luego a Internet. Una de las más famosas, Wikipedia, tiene alrededor de 45 millones de artículos en más de 200 idiomas. Sin embargo, al tratarse de información colaborativa, su confiabilidad no se considera la más segura. Fue el comienzo de lo que se llamó «almacenamiento digital».

Es así como estamos notando cómo las bibliotecas, ese lugar donde puedes encontrar todo tipo de libros u otros elementos informativos, parece que se están convirtiendo en un mero adorno decorativo en hogares, escuelas, universidades, etc.

Además, dado el avance acelerado de la tecnología, la escritura a mano ha comenzado a desaparecer. Primero absorbida por la digitación, siendo sustituida por expresiones cortas, emoticonos, o el actual sistema programado, en el que se escribe y aparece la palabra que más o menos se pensaba poner. Y llegamos a la sofisticada circunstancia de expresar un texto con nuestros labios y… sale escrito en el celular o en la computadora. Ya no es necesario escribir a máquina, ni poner exclamaciones.

Si queremos saber algo, sin ir a la biblioteca a consultar la enciclopedia, que compraban nuestros abuelos en tiempos pasados, «googleamos», ponemos la palabra o la duda, y al instante tenemos la respuesta.

Estos receptáculos, desde tablillas, pergaminos, libros, hasta enciclopedias, Wikipedia, Google, que acumulaban todo tipo de información, surgieron de lo que podemos llamar una “computadora viviente”, como es la mente humana, criatura del Dios omnipotente. .

Sucede que «googlear», que hacía mucho más fácil no hacer el trabajo físico de tener un libro en las manos, o el trabajo intelectual de investigar, pronto pasará de moda… llega chatGPT.

Ya no necesitaremos pensar, este «personaje» lo resolverá todo por nosotros. Casi lo vivimos con Waze o GPS, en los que una voz o un mapa nos «lleva» a donde tenemos que ir, de la forma más rápida, obedeciendo lo que nos indica, y no sabremos volver sin tu» ayuda».

Ahora incluso tendremos la posibilidad de escribir un libro sin pasar días y horas desarrollándolo. No teniendo ningún aforo, sin esmerarse más que en poner los puntos que solicitamos al chatGPT. Incluso una obra de arte o una canción, que puede volverse viral, lo podemos lograr.

Es una opinión pacífica que una de las áreas más afectadas por la llegada de las nuevas tecnologías es la educación. Existe una especial tentación entre los estudiantes de utilizar esta nueva creación para hacer más viables y rápidas sus tareas, sin ningún esfuerzo. Copiar y pegar era un riesgo de descubrimiento; ahora uno solicita el chat GPT y recibe la respuesta de exámenes y trabajos. Existe preocupación por el efecto sobre el ejercicio del conocimiento intelectual en los usuarios.

Todo será tan fácil, todo en nuestras manos con el mínimo esfuerzo -y quizás en un futuro no muy lejano sin ninguno- cuando nos encaminemos hacia la dependencia de la llamada inteligencia artificial. Cuantas incógnitas se presentan a nuestros ojos. ¿Qué será de nuestra inteligencia?

El ser humano, compuesto de cuerpo y alma, como nos enseña Santo Tomás de Aquino, tiene tres potencias: la inteligencia, la voluntad y los sentidos. Esta jerarquía, puesta por el mismo Dios en el momento de la creación del hombre, es la que da el buen andar de todo ser humano, cuando se respeta, es decir, la inteligencia guiando la voluntad, está rigiendo firmemente los sentidos, da en lo que podríamos considerar como orden .

Por supuesto, cualquiera, que se considere inteligente, percibirá que el chat GPT, que nos responde, es el resultado de un trabajo intelectual de acumulación ordenada de datos de todo tipo y ciencia, que se han ido agrupando en redes durante años, y que responden automáticamente, mediante un sistema de algoritmos (conjunto de indicaciones para resolver un problema a partir de datos existentes), como si fuera una entidad especial la que lo está haciendo, un robot, un «hombre» mecánico o un androide, que se está «comunicando» con a nosotros.

Cuántas preguntas surgen de este fenómeno: ¿Será que no tendremos que tomar un libro en nuestras manos para investigar alguna información que necesitamos? ¿Será que la capacidad mental o intelectual de quienes optan por resolver sus problemas, obteniendo respuestas rápidas, podría conducir a un colapso intelectual de la sociedad? ¿Será que un «ser» desconocido responderá a todas nuestras preguntas sin dedicación de nuestra parte? ¿Será que dejaremos sola a nuestra inteligencia vegetando en nuestro cerebro? ¿Y qué haremos entonces, qué será de nosotros, de nuestra personalidad, de nuestro ser humano?

Todo ello en momentos como el presente en que bien podemos afirmar que la intelectualidad, la educación, la formación profesional a todos los niveles están en un colapso inimaginable.

La aparición de este nuevo «protagonista» está causando preocupación desde educadores hasta «genios de la tecnología»; Bueno, si no pensamos más, si no tenemos que esforzarnos, si todo viene a la mano, si todo nos dice qué hacer, pues… poco a poco nos convertiremos en meros instrumentos de un programa, gobernado por un robot, y ya no seremos los mismos. ¿Dejaremos de ser humanos? algunos se preguntan.

Equipo 1. Saúl Rivera, profesor de informática del Anglo-American College (centro), lidera los equipos de robótica.