El que comentábamos es uno de los aspectos que están surgiendo con más elocuencia estratégica dentro del proceso de evolución actual. Esto, por supuesto, no sucede por casualidad, ya que son las condiciones de la realidad las que lo hacen inevitable en todos los sentidos. El estallido tecnológico que comenzó a surgir y asentarse en todos los entornos hace relativamente poco tiempo está provocando una especie de redescubrimiento de todas las condiciones de vida, y con una característica inédita: el hecho de manifestarse en todas las sociedades. , con marcados matices y diferencias, pero sin que falte ninguna. El mundo avanza ahora en un proceso común y con una dinámica que no es exclusiva de nadie, todo lo cual pone hoy a la humanidad ante una especie de concierto de voluntades que estimula dinamismos envolventes y progresivos en todos los sentidos.
En este caso, el fenómeno de la virtualización está apareciendo con creciente impulsividad, destruyendo las viejas prácticas, que se han vuelto desconocidas para los más jóvenes, que ya lo viven todo a través de las redes sociales, como si esto fuera lo más natural de la vida. mundo. Tal realidad provoca una creciente desconexión entre las generaciones que hoy se mueven en un mismo escenario de vida. Dicha desconexión constituye sin duda el reto básico más agudo de estos tiempos, y todos tenemos que reconocerlo y aceptarlo como tal. En otras palabras, los contemporáneos de hoy están conectados y desconectados al mismo tiempo, lo que nos mantiene en una especie de suspenso histórico, como si todos estuviéramos esperando lo que pueda salir de lo que parece un juego burlón de las circunstancias.
Las reflexiones que acabamos de plantear nos llevan a visualizarnos como transeúntes caminando sobre una cuerda floja sin saber unívocamente qué hay debajo de esa cuerda. Es comprensible, entonces, que haya tanta confusión en torno a todos, incluidos aquellos que antes se creían dueños de la verdad y beneficiarios de ella. Lo que ocurre es que estamos llegando, con no pocas incertidumbres, a un nuevo mundo del que realmente no sabemos prácticamente nada, y que nos preocupa pero que no nos asusta, ni mucho menos nos aterroriza. Y esta es una nueva opción para enfrentarse a lo desconocido, ya de forma abierta y espontánea, sin pretender bajo ningún pretexto disfrazarlo con máscaras o envolverlo con maquillaje.
En el centro de toda esta dinámica de cambio sin precedentes se encuentra el impulsivo desarrollo tecnológico al que nos referimos en el título de esta Columna. Cada uno encerrado dentro de la pantalla de su portátil o envuelto por las ondas de su teléfono multiusos. Hay, evidentemente, un avance impresionante en la tecnología y en concreto en la virtualización, todo lo cual requiere de nuestro aporte informático para no desbordarse ni autocompensarse. Una tarea que requiere una gran sensibilidad, mucha inteligencia y una decidida dedicación. Esa es ahora la forma más eficaz y fructífera de «disfrutar de la vida». Asumámoslo y vivámoslo así.
Y al entrar en el mundo del trabajo empresarial, la influencia de las innovaciones tecnológicas en marcha se hace aún más notoria. Y en este plano, tan crucial para vivir en sus más diversas manifestaciones, el natural despliegue competitivo funciona como factor determinante para definir día a día quién gana ventaja en el terreno de los hechos. La tecnología, entonces, ha venido a enfatizar, con músculos y entrañas, quién va adelante y quién atrás en esta carrera sin fin. Es lo que hay que evaluar día a día, sin permitir descuidos ni evasivas.
Entre los términos actualizados por la misma acción de las circunstancias, hay tres que son vitales en la situación imperante: creatividad, funcionalidad y proyectividad. Si alguno de ellos falla, todo entra en una crisis de sostenibilidad en el tiempo. Por eso es ineludible tomar como cosa propia el sano despliegue de las innovaciones necesarias tanto para asegurar el sano ejercicio de las conductas como para garantizar sus resultados eficientes. Esto debe entenderse a fondo.
Todo esto que se desarrolla expansivamente a nuestro alrededor, hace que ningún detalle de lo que sucede pueda y no deba ser descuidado, pues una de las nuevas y más representativas condiciones imperante es la que se refiere a la integralidad del progreso tal como es ahora. se concibe y se manifiesta. Si algo se ha quedado fuera del juego son los cabos sueltos, y eso nos compromete a prestarle la máxima atención.
Un factor de mayor incidencia en el transcurso de este proceso es la educación, la cual debe ser activada y cuidada desde el inicio de la vida, tanto en lo que concierne a los individuos como en lo que corresponde a las entidades colectivas de todo tipo. Y las empresas como tales deben estar a la vanguardia.
En estos tiempos, este vínculo entre educación y progreso ya ha alcanzado un nivel de intimidad que es una verdadera novedad histórica. La tecnología cada vez más avanzada ha venido a potenciar este fenómeno tan innovador.
Pero debemos tener mucho cuidado de que el progreso tecnológico no se convierta en sinónimo de deshumanización, ya que esta es la principal amenaza que se presenta.
Vamos al trío de fuerzas protectoras: creatividad, funcionalidad, proyectividad…